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jueves, 7 de junio de 2012

Carril bici: esa frase maldita.

Por desgracia, la gran mayoría de las infraestructuras que se han construido en España bajo este nombre la han convertido en eso, en frase maldita, y han propiciado que muchas voces ciclistas se alcen contra ellos, la mayoría de las veces por el desconocimiento (o mejor, no conocimiento) de algo mejor.
No se puede pretender intentar encajonar de cualquier forma, como un simple lavado de cara diseñado por un febril urbanista amante de los coches, una mínima franja de desplazamiento, muchas veces una sola raya pintada en el suelo, sobre aceras, cruzando paradas de autobús, de la anchura del manillar y que no conduce a ningún lado ni se relaciona con el resto de vías. Esto sólo provoca rechazo.
Las vías ciclistas (desde ahora las voy a llamar así) reales, lo único que pretenden es agilizar y desarrollar la movilidad de este maravilloso vehículo, comiéndole terreno al automóvil y propiciando que este último sea la opción más tediosa para desplazarse de A a B.
Un diseño estudiado de esta vías, que propicie su inclusión en vías motorizadas rápidas, con un ancho de 3 metros para las unidireccionales y 4,5 para las bidireccionales, separadas de, y sin invadir, el espacio peatonal, conectadas con zonas semi exclusivas en las que el coche sólo da acceso a residentes como invitado, con la inclusión de zonas bidireccionales sólo para la bicicleta que eviten rodeos destinados en exclusiva al tráfico a motor y en los que se eviten, prioricen y protejan los cruces con el tráfico motorizado, permiten elevar el grado de movilidad de la bicicleta y hacen que los desplazamientos en coche sean más largos y desaconsejables.
Somos un vehículo, sí. Pero si tenemos que sufrir y utilizar las mismas calzadas atestadas que los coches, pararnos en sus semáforos, desistir ante sus direcciones prohibidas, esperar a cederles el paso en sus rotondas y seguir al pie de la letra una normativa y diseño creado en exclusiva para vehículos a motor, los beneficios se diluyen en gran manera. No se trata de encajonamientos segregados, sino de verdaderas calzadas exclusivas. Necesitamos técnicos urbanistas que piensen con los pedales y una educación vial sana y destinada a los ciudadanos.

Dad una vuelta por el mapa de abajo y veréis a qué me refiero, porque, aunque se trate de una zona zona residencial, ni siquiera eso, aquí, es pensable hoy en día. Se trata de la ciudad de Houten, en la que no se permite el tránsito de vehículos no residentes si no es por su circunvalación y por una serie de calles que parten de ésta hacia las afueras del centro. Las bicicletas pueden cruzar la ciudad de lado a lado, en todas direcciones, en línea recta. Los coches deben dar grandes rodeos y no pueden acceder mas que a determinadas zonas.

1 comentario:

Hernan dijo...

Me da que en Logroño lo han entendido al revés.
Son los carriles bici los que están en las afueras y solo permiten acceder a determinadas zonas del centro.